martes, 20 de diciembre de 2016

Anita (parte 2)

No me lo podía creer, iba a cumplir una de mis fantasías y, además, tenía toda la pinta de que iba a ser en un sitio donde sólo la élite podía entrar. Mi excitación crecía y me notaba más y más húmeda.

-        ¿Puedo preguntarte cómo lo conoces tú y cómo formaste parte de él?
-        Sí, claro. Hace un tiempo estuve saliendo con una chica unos cuantos años más mayor que yo. La verdad es que fue una buena relación, ella tenía dinero y me consentía todos los caprichos y yo sólo tenía que encargarme de que quedara satisfecha en la cama y, créeme, era un trabajo agotador: era insaciable, tuvimos auténticos maratones de sexo. Pero mi sorpresa fue cuando en uno de esos encuentros que teníamos en su piso no estaba sola, sino que estaba acompañada de su marido. Al principio me asusté, pensé que me pegaría una paliza o algo peor, pero no. El hombre empezó a hablar conmigo y a contarme que era algo que solían hacer a menudo, ligar con chicos y chicas más jóvenes para alimentar su morbo y sus aventuras sexuales. Casi nunca duraban más de un par de encuentros, pero en este caso su mujer se había encaprichado conmigo y por eso había durado más la relación conmigo y no querían que se acabara… si yo quería, claro.

Yo escuchaba atentamente, estaba intrigada y excitada y además pensaba por qué yo no había vivido una historia así… sin duda era muy excitante.

-        Te mentiría si no te dijera que al principio dudé - mi amigo continuaba su relato -, pero después de tomarnos una copa y hablar con ellos, terminamos los tres en la cama. Fue un polvo brutal, muy morboso; no te imaginas lo cachondo que estaba, follándomela mientras el marido nos miraba y se masturbaba. Así que empezamos una rutina de vernos cada fin de semana, a veces los tres, otras veces sólo nosotros dos, otras veces era el marido quien se traía a alguna amiga para que nos la folláramos entre los 2 y, alguna que otra vez, era ella la que se traía a alguna amiga. Yo, intrigado, les pregunté que cómo era posible que conocieran a tanta gente de mente tan abierta y dispuesta a follar así con un desconocido y sin poner pegas, si les pagaban o algo, pero se rieron y, muy seriamente, me miraron y me contaron la existencia de este club. Te aseguro, Ana, que no te puedes imaginar las chicas que se llevaban a esos encuentros, ¡menudos pibones! Así que les pregunté si alguna vez me podrían llevar al club y ¡dicho y hecho!, a las pocas semanas ya no nos veíamos en su piso, sino que veníamos directamente aquí.

Nos habíamos parado delante de una casa, era un edificio antiguo de 4 plantas. Lo miré intrigada. Cuando me dijo lo del club, me lo imaginé de otra forma, así que mi cara de incredulidad tenía que ser muy grande.

-        jeje ¿sorprendida? - me preguntó.
-        Pues sí, la verdad es que no me esperaba esto.
-        ¿Y qué esperabas? ¿Luces rojas de neón y un letrero enorme?  jeje No te acabo de decir que es un club selecto sólo para elegidos? Jeje Anda, pasa, vamos adentro.

Lo vi timbrar y a los pocos segundos se abrió la puerta automáticamente. Pasamos y, de la misma forma que se abrió la puerta, ésta se cerró. Estábamos en un amplio recibidor con un vestidor para dejar las chaquetas, estaba muy iluminado y había una mesita en medio de la sala. Al fondo, una puerta custodiada por 2 guardias de seguridad enormes que, según entré, clavaron la mirada en mí. No pude resistirlo: me imaginé siendo follada por los dos, la imagen en mi mente era tremendamente morbosa, ellos tan grandes y fuertes y yo tan pequeña que podían hacer cualquier cosa conmigo… Me relamía de gusto sólo de imaginármelo, así que me di la vuelta enseñándoles mi culito y, mientras besaba a Luis, subí un poco mi falda enseñándoles mi culito.

La puerta del fondo se abrió y salió de ella una pareja de mediana edad. Él, muy guapo, alto, moreno, ojos verdes, una espalda amplia; me imaginaba follándomelo mientras le clavaba las uñas en la espalda, llevaba puesta una camiseta ajustada que le marcaba cada músculo del cuerpo y abajo unos vaqueros. Ella llevaba puesto un vestido negro ceñido que realzaba cada curva de su cuerpo, tenía una cintura de avispa y lo que llamaba la atención era su generoso pecho, enmarcado por un escote de tipo balcón que dejaba más bien poco a la imaginación, morena y de ojos oscuros. La verdad es que era una pareja impresionante.

-        Hola Luis, te estábamos esperando - le dijo él mientras se daban un apretón de manos.
-        Sí, bueno, la cena, que se alargó un poco jeje
-        Espero que lo pasarais bien, chicos - dijo ella mientras besaba a Luis en la boca.
-        Bueno, ésta es Anita. Te presento a los que fueron mis padrinos en el club, son Manuela y Arturo, la pareja de la que te hablé antes.
-        Hola, encantada de conocerlos.
-        Créeme guapa, el gusto es todo nuestro - me dijo ella, al tiempo que se acercaba a mí y me besaba, repitiendo el beso que le había dado a Luis hacía escasos segundos. Nuestras lenguas se juntaron y el tiempo pareció detenerse, fue un beso cálido cargado de lujuria y de pasión.
-        Hey, hey, hey! Chicas, tranquilas, que si todo va bien tendremos toda la noche por delante - nos interrumpió el marido de ésta.
-        Bueno Ana, imagino que Luis te ha explicado un poco en qué consiste este club y el tipo de ambiente que hay por aquí.
-        Sí, me ha dicho que es un club muy selecto.
-        Así es, querida. Verás, aquí puedes encontrar de todo: gente como vosotros que se han “reclutado” por su atractivo físico o por lo bien dotado que está o por la especial relación con uno de los miembros del club.
-        Pero - interrumpió Arturo - también hay gente VIP, gente conocida por la sociedad: futbolistas, actrices, modelos, políticos; en definitiva, gente que mañana mismo puede ser portada de alguna revista y que quieren guardar su anonimato, así que, Ana, en este momento tienes que tomar una decisión.
-        Sí, querida - interrumpió ella - tienes que decidir si quieres entrar en este mundo que te abrimos ante ti o salir corriendo por donde has venido.

Mi respuesta fue rotunda: “quiero entrar”. Ambos se miraron y me sonrieron,

-        Bueno, Anita - me dijo él -, no es tan fácil como eso, necesito que firmes un contrato de confidencialidad, por lo cual todo lo que veas aquí o en todo lo que participes aquí permanecerá en secreto dentro de esta casa. Quiero que leas este contrato y lo firmes cuando estés lista. Tómate tu tiempo, ya que es importante que entiendas todo lo que ahí se especifica, ¿vale?

Asentí con la cabeza y comencé a leer el documento que tenía entre las manos. Tenía un montón de cláusulas que no entendía, pero me daba igual: yo solo podía pensar en follar y en ver todo el mundo que ante mí se estaba abriendo, así que sin acabar de leerlo firmé el contrato y se lo entregué a Arturo, que me miraba divertido.

-        No has podido esperar más, ¿eeeehh? - me sonrió.
-        Pues no, me pueden las ganas jeje Sólo una pregunta.
-        Sí, claro, dime Ana.

-        ¿Me puedo follar a los 2 guardaespaldas?

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