martes, 20 de diciembre de 2016

Anita (parte 5)

Sólo pude agachar la mirada y asentir con la cabeza, pero esto no le debió de gustar mucho a la chica, ya que en la habitación retumbo un enorme ¡zas! Me había dado una bofetada. La cara me picaba, pero el coño me palpitaba. No sabía lo cachonda que me había puesto eso, mi lado sumiso salía a la luz. Levanté la mirada y ahí estaban esos ojos verdes mirándome, clavándome la mirada, me sentía totalmente a su merced, sentía que podía hacer conmigo cualquier cosa sólo por esa mirada.

-        Te he hecho una pregunta y espero una respuesta, no un simple gesto con la cabeza. Quiero oírte esa respuesta.
-        Sí, quiero que me folle.
-        ¿Ves? Así me gusta: que seas una perrita obediente. Vamos a darle caña y después me encargaré de ti, guapa…

Y, dicho esto, nos fundimos en un suave beso cargado de lujuria, de pasión; sentía que me entregaba a esa persona con ese beso, era como si estuviera firmando nuevamente un contrato, un contrato donde me entregaría a ella siempre que me lo pidiera.

Vi cómo se colocaba en la posición que me acaba de indicar y cómo la otra chica se subía encima de ese falo de plástico. Se fundieron en un beso mientras la chica morena me abría el camino con las manos al otro agujero de la pelirroja, la visión de esa polla entrando en su coñito y el ano bien abierto me encantaba. Acerqué mi cara y aspiré el aroma que emanaba de ese cuerpo, simplemente olía a lujuria. Escupí en el agujerito trasero de la chica y lo extendí con los dedos mientras metía un par de ellos en el estrecho culo y después extendí también un poco en el consolador que tenía yo. Me subí a la cama y empecé a introducirlo lentamente en el culo de la chica, que suspiraba y gemía entre placer y dolor. Notaba la estrechez de ese agujero, la resistencia que ponía y la presión que ejercía el otro dildo introducido en la vagina, pero no cesé en mi empeño de meterlo entero.

Mientras todo esto pasaba, éramos ajenas a la cantidad de chicos que salían y entraban del cuarto oscuro. Alguno se quedaba a vernos sin atreverse a interrumpirnos, otros salían y se masturbaban viéndonos, pero nosotras estábamos en una burbuja.

Había conseguido ensartar a la chica y podía moverme lentamente dentro de su cuerpo, no quería hacerle demasiado daño, pero sí me encantaba oírla quejarse de lo gordo que era mi dildo y cómo la estábamos destrozando entre las dos. Llevábamos ya un par de minutos en esa posición y ya podía moverme con comodidad, mi dildo salía y entraba en ese agujero sin oposición Lo sacaba casi del todo para después volver a meterlo de golpe, sin piedad con la chica. Le estaba dando una brutal follada cuando noté unas manos que se posaban en mis caderas. Miré hacia atrás y pude ver a Arturo detrás de mí; tenía la polla súper dura.

-        Hola Arturo.
-        Hola Anita, veo que te lo estás pasando más que genial con ellas.
-        ¡Ufff! No lo sabes tú bien, Arturo… ¿Y tú que tal te lo has pasado?
-        Yo llevo un buen rato viéndote follar y ya no me puedo esperar más, guapa.

Diciendo esto me empujaba más hacia abajo y no me dejaba subir.

-        Anita, creo que es el momento de probar este culito tragón que me han dicho que tienes.
-        Es todo tuyo, Arturo…

Noté cómo ponía la punta de su polla en la entrada de mi culo y cómo iba deslizándose poco a poco hacia abajo. Por suerte, mi culo está más que acostumbrado a ser follado y la polla de Arturo entró sin problemas hasta el fondo, me sentía completamente llena.

Notaba cómo la morena se follaba a la otra chica y cómo mi culo empezaba a ser follado. Arturo tenía las manos en mis caderas, el ritmo era lento pero seguro y, de pronto, sin esperármelo, empezó a follarme sin piedad. Me dolía, pero no quería que la sacara, gemía gritaba y no paraba de mojarme, los líquidos de mi coño resbalaban por el dildo y solo podía pensar en esa polla entrando y saliendo de mi culo.

Se volvió a oír un ¡zas! en la habitación. Esta vez eran sonoros azotes sobre mi culo, me estaba poniendo cada vez más perra y Arturo se agarró a mi pelo y se acercó a mi oído:

-        Vaya culo que tienes perra, por esto te trajo Luis aquí: me dijo que era el mejor culo que se ha follado en la vida y no mentía, pero ¿a qué esperas para seguir follándote a tu amiga, eh, perra?

Fue oír eso y no pude parar, empecé a darle duro a la chica al ritmo que me marcaba Arturo. Nuestras caderas iban acompasadas y mi orgasmo cada vez estaba más y más cerca, pero no era el único que se acercaba: detrás de mí, Arturo también estaba a punto de correrse. Gemía y gruñía; el ritmo cada vez era más frenético y, por fin, me la clavó profunda de golpe. Abrí los ojos y nos corrimos a la vez, notaba cómo su semen me llenaba el culito, nuestra respiración agitada encima de las otras dos chicas.

Arturo sale de mí y veo cómo de su polla aún salen restos de semen, así que me doy la vuelta y se lo limpio. Él me sonríe y me ayuda a quitarme el arnés. Veo cómo varios chicos se masturban mientras nos miran, también hay dos parejas al fondo que follan mientras nos ven. Mis dos amigas siguen follando en la cama y un par de chicos se acercan para ocupar mi lugar, pero una mirada de la morena los hacer retroceder.

Recojo mi ropa; necesito una ducha y descansar un poco, así que le pido a Alberto que me lleve a algún sitio donde descansar. Pero cuando me dispongo a abandonar la habitación, oigo una voz a mi espalda:

-        No te olvides de la promesa que me hiciste… Serás mía.

Me giro y veo a la morena mirándome fijamente mientras la pelirroja, a 4 patas, es follada como una perra.

-        Lo sé y seré suya, Señora.

Pero eso es otra historia.

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