Esta historia ocurrió hace un par de años, cuando yo tenía 18 años. Por aquel entonces, yo vivía en una pequeña urbanización a las
afueras de Madrid con mi familia: mis padres y mi hermana pequeña. Soy gallego, pero por motivos de trabajo nos tuvimos que trasladar a vivir a Madrid.
Las cosas trascurrían con total normalidad; era
el segundo año que estábamos en la capital y, como yo no era un buen estudiante, otro verano más tendría que quedarme a estudiar solo, lo cual era bueno, pues
podía hacer lo que quisiera durante todo el día y toda la noche.
A principios de ese mismo año, una familia se
había mudado a la casa de al lado y tengo que decir que fue todo un regalo que
aquella familia se instalara allí. Siempre me he considerado una persona muy
social y cuando vi el camión de la mudanza me dirigí a conocer a mis nuevos
vecinos. Eran un matrimonio y sus 3 hijas, con edades de 22, 20 y 17 años. Ninguna de ellas me llamó la atención a primera vista, pero sí entablé una
buena relación con la hermana de 20 años...aunque no seria con ella con la que
mantendría una relación mas intima.
El mismo verano de su llegada a la casa, yo me
quedé en casa para recuperar sólo 2 asignaturas, por lo que me pasaba casi más tiempo jugando
a la "Play" o el ordenador que con los libros.
Una tarde, estando yo en casa aburrido, se
me ocurrió salir al balcón que tengo en mi habitación para distraerme. Cuando
estaba fuera, oí cómo me saludaban desde la casa de al lado; me giré para
devolver el saludo y lo que me encontré me dejó sin habla: era Anna, la
pequeña de la familia. Estaba tumbada en una hamaca tomando el sol con un
diminuto bikini que apenas cubría aquel precioso cuerpo.
Anna |
La verdad es que no
supe cómo reaccionar, pues ella enseguida me preguntó si no le gustaba lo que
veía... y mi respuesta no pudo ser más sincera:
-Cómo no me va a gustar lo que veo? Si tienes un
cuerpo precioso.
-Gracias, pero no tienes por qué mentirme!
-No te miento: eres una preciosidad...
Mientras le
decía eso, comencé a fijarme en esa preciosidad que tenia delante: No era muy
alta: mediría 1’50m; ni gorda ni delgada, en su medida exacta diría yo. Llevaba el
pelo suelto, ojos marrones, una piel oscura tostada por las horas muertas
tomando el sol, pechos generosos y un culo realmente precioso, redondito y
pequeño, justo como a mi me gustan.
Estuvimos horas hablando; la chica empezaba
a gustarme de verdad: era simpática y se parecía mucho a mí en sus gustos y en
su forma de pensar. Ahora, si realmente necesitaba estar con aquella niña entre
mis brazos, no sabia cómo podría acercarme más a ella sin levantar sospechas.
Haciéndome el despistado, miré el reloj y le dije que llevábamos 3 horas hablando
sin parar! Ella se rió y me guiñó un ojo, diciéndome que se le había pasado
volando. Le dije que por qué no venía a casa para seguir hablando, que la invitaba a
tomar algo. A ella se le alegró la cara, pero me dijo que no podía, que sus
padres estaban a punto de llegar y que tenía que estar en casa, pues estaba
castigada. En aquel momento maldije mi suerte, pero me resignaba a perder la
oportunidad de intimar con aquel ángel que tenia delante. La invité a cenar sin pensar mucho lo que decía, pues no es que se me
diera mal cocinar, pero tampoco lo había hecho nunca para nadie. Ella me miró con una sonrisa de oreja a oreja: le había gustado la idea. Me respondió que no
dependía de ella, sino de su madre, así que tendría que esperar a que le
preguntara. Dicho esto, le di mi número de móvil, le pedí que me mandara un SMS para confirmar la cita, le lancé un beso y nos metimos cada uno en su
respectiva casa.
Estaba eufórico, puse el disco de Linkin Park a
tope y me fui a la ducha. No sé por qué, intuía que esa noche sería especial,... Estuve un buen rato en la ducha pensando en Anna, tanto que tuve que abrir el agua
fría para no empezar a masturbarme antes de que empezara la fiesta.
Al salir de la ducha, tenia un SMS en el móvil. Deseaba que fuera ella y así era; me decía que pasaría sobre las 9 a cenar, pues
sus padres se iban a casa de unos amigos y le daban permiso para venir a mi casa, pero no a salir por ahí. "Perfecto" pues no tenía ninguna intención de salir de
mi casa, la quería en mi casa y sólo para mí...
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