viernes, 27 de junio de 2014

al fin juntos (parte 1)

Llevaba 30 minutos ya dando vueltas como un tonto por el aeropuerto sin saber que hacer; los nervios me habían traicionado y había llegado antes de la hora de llegada del avión. Mientras veía los aviones aterrizar, empecé a recordar cómo había llegado a esta situación:

Hace un par de años, por curiosidad y excitación, entré en una página de contactos de las que ahora abundan por Internet. No soy un chico guapo ni atractivo, pero no me puedo quejar de las chicas que conocí allí; la mayoría, por desgracia, de bastante lejos de donde residía yo por aquel entonces. 

En aquella página, conocí a una bella peruana de nombre Karen, una jovencita de no más de 16 años, muy hermosa, aún formándose como mujer, una cara muy linda de ojos oscuros con unos labios carnosos que harían la delicia de cualquier hombre al besarlos,... Comenzamos una bonita relación de amistad, hablábamos casi todos los días cuando podíamos. Con los años, esta relación de amistad se fue convirtiendo poco a poco en una relación de amor a distancia, las charlas ya no eran tan inocentes como al principio, los dos disponíamos de webcam y la utilizábamos para mostrarnos el uno al otro nuestros cuerpos desnudos y así ir aplacando la distancia que nos separaba.



Inmerso en estos pensamientos, me dirigía a recoger a mi bella princesa a la puerta de llegada del avión. Estaba muy nervioso, AL FIN, después de tanto tiempo la iba a poder abrazar y tener entre mis brazos... Los pasajeros ya comenzaban a salir y por fin la vi. Era muchísimo más guapa en persona que en las fotos y en la webcam. Nunca olvidaré ese primer contacto visual; llevaba puesto un pantalón ajustado que marcaba perfectamente su figura, le quedaba perfecto en su culito y en sus caderas, arriba llevaba una camiseta con un gran escote que dejaba ver el nacimiento de sus senos y un poco de sujetador, lo que le daba un aspecto sexy y atrevido. Corrió hacia mi y nos abrazamos, nuestras bocas se buscaron para darnos al fin el primer beso, un beso del que aún ahora recuerdo su sabor, la pasión de tantos años esperando por tenernos así de cerca.

Nos dirigimos al coche mientras hablábamos de cómo había ido su viaje, de si estaba cansada,... Me encantaba su sonrisa y su brillo en los ojos, era como si estuviera viviendo un sueño y me emocionaba al saber que yo era el protagonista. Llegamos al coche y, mientras yo colocaba sus maletas atrás, ella se divertía con mis CD’s. Parecía que no había ninguno que le llegara a gustar, así que me monté en el coche, la besé y le dije:

- No te preocupes, tengo una sorpresa para ti.

Arranqué el coche y comenzó a sonar salsa, ella me miró, sonrió, me dio las gracias y me volvió a besar apasionadamente.  Yo sabía que la salsa le encantaba y horas antes habia estado grabando un CD con todas las canciones que ella me había recomendado o pasado a lo largo de los años.

El viaje a mi casa se hizo eterno, pues le fui enseñando la ciudad y las zonas mas turisticas. Mientras le decía que observara a un lado o a otro, yo aprovechaba para acariciar sus piernas o intentar llegar un poco más allá... la verdad es que deseaba a esa niña de ahora 18 años.

Al fin llegamos a mi casa. Con los años me había convertido en un chico tranquilo, así que decidi dejar el ajetreo de la ciudad y comprarme una pequeña casa a las afueras, no era nada del otro mundo pero si era bastante privada, que era justo lo que necesitaba en esta etapa de mi vida. Pertenecia a una urbanización, pero las casas tenían la separación justa para que nadie se enterara de lo que hacia el vecino. Además, contábamos con unos grandes setos que separaban una casa de otra, lo cual en más de una ocasión aproveché para bañarme desnudo en las noches calurosas de verano.

Aparqué el coche en el garaje y saqué las maletas de Karen, ella se quedó impresionada de cómo tenia mi casa: un sofá grande enfrente de un plasma, el equipo de música y distintas videoconsolas adornaban el salón junto a mi gran colección de películas en DVD. Conectada con el salón se encontraba la cocina, no era gran cosa pero un mal chef como yo tampoco necesitaba más. Subimos las escaleras en dirección al dormitorio para que dejara sus maletas y se refrescara un poco; le enseñé el baño y le di todo lo que necesitaba para que se relajara, le dije que se bañara tranquila mientras yo preparaba la cena. Así que le di un tierno beso en sus labios y salí de mi habitación muy contento: al fin tenia en casa a la mujer que amaba.

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