viernes, 6 de marzo de 2015

Probadores (parte 1)

La verdad es que es una de las pocas veces que tenía que ir de compras y no tenía ningunas ganas de ir. Supongo que la fiesta del día anterior y el tener que ir sola me empujaban más a quedarme en casa que en dirigirme al centro comercial, pero no podía ser, tenía que ir sí o sí, así que, ¿por qué no hacerlo divertido?...

Me metí en la primera tienda a curiosear prendas de ropa y localicé a mi "víctima": un chico de unos 18 años, jovencito, que iba con una chiquilla muy mona (supongo que la novia). Empecé a pasearme cerca de ellos para captar la atención de él, poniéndome a su lado, rozándolo un poco... todo muy impredecible para que la chica no sospechara. Un choque inocente y, ya por último, sacar el culo mientras hacía como que buscaba algo, sabiendo que me lo estaba mirando. El chico pronto dejó de prestarle atención a su novia y sólo tenía ojos para mí.

Me fui a los probadores esperando que me siguiera y, mientras empezaba a desnudarme, oí cómo los  chicos entraban en el probador, con ella protestando porque no había cogido todas las prendas que quería.

Mi cortina estaba ligeramente abierta, lo justo para ver desde fuera, pero no tanto como para llamar la atención. Vi cómo mi nuevo amigo me buscaba y ahí estaba yo, mirándole fijamente al otro lado de la cortina, vestida únicamente con mi lencería. Justo cuando sus ojos se cruzaron con los míos, comencé un sensual baile contoneando mis caderas, pasando un dedo húmedo por mi cuerpo y jugando con mi sujetador, metiendo mis manos dentro de mis braguitas buscando mi - cada vez mas húmedo - coñito... La situación me encantaba y veía cómo el chico, nervioso, se tocaba por encima del vaquero un apetecible paquete. Pero todo esto acabó cuando la novia interrumpió, pidiéndole que le fuera a buscar una nueva prenda.
 
 

Estaba realmente caliente con todo este juego, pero ya había llegado demasiado lejos,. Así que me vestí y me fui a pagar un par de prendas que me gustaban y me quedaban bien, para seguir con la tarde de compras.

El resto de la tarde se fue entre mirar prendas y probármelas por las distintas tiendas del centro comercial. Me volví a encontrar con mi amiguito en todas y cada una de ellas sin darle mucha importancia por mi parte, ya que era normal que si ellos estaban también de compras, coincidiéramos.

Había sido una tarde de compras muy fructífera: había conseguido renovar parte de mi armario y aún notaba la humedad en mi entrepierna por el numerito con el chico, pero se hacía tarde y tenía que volver a mi casa andando, así que me dirigí a la salida del centro comercial y, justo cuando estaba fuera, me volví a encontrar al chico, que estaba allí fumando. Le dediqué una última sonrisa y le tiré un beso, beso que él correspondió con otro y, llevándose la mano libre a su paquete, se lo tocó para mí en señal de que todo le había gustado.

Comencé a andar mientras iba recordando todo lo que había pasado y no podía parar de reir: me encantaba sentirme deseada y, aún encima, provocar así a un chico tan joven (con la novia!). La verdad es que me ponía mucho; al llegar a casa tendría que calmar el calentón que llevaba sí o sí.
 
 
 
Pero algo me iba a sacar de mis pensamientos... justo detrás de mí escuché una voz:

- ¿Te ayudo con las bolsas?

Me giré, ya que no conocía esa voz, y cuando vi de quién era no me lo podía creer: era él, me había seguido! Reconozco que la situación me gustaba, pero me daba un poco de miedo. Estábamos ya en una zona bastante tranquila donde apenas pasaban coches ni gente y el hecho de que me hubiese seguido me producía inseguridad.

- Oh... Gracias, muy amable, pero no es necesario, puedo yo sola - le dije, y continué andando.

Pero una de sus manos me agarró del brazo muy fuerte, tanto que me empezaba a hacer daño. Mi corazón empezó a bombear sangre lo más rápidamente posbile y el miedo empezó a apoderarse de mi cuerpo. No sabía las intenciones de ese chico, pero no me gustaba la forma con la que me miraba.

- De verdad, insisto - me dijo, y su otra mano se posó en uno de mis pechos. - Llevas toda la tarde buscándome y calentándome, zorrita... y yo no puedo irme a casa con la polla así de dura. - Me susurró al oído.

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