martes, 20 de diciembre de 2016

Anita (parte 1)

Hola, me llamo Ana - Anita para los amigos - y quiero compartir algo que me sucedió la otra noche, una experiencia única que no podía quedarme para mí sola:

Tengo 20 años, soy de Valencia y puedo decir que he vivido demasiadas aventuras para mi corta edad; mi cara de niña inocente y no haber roto un plato me ha llevado a múltiples situaciones que casi siempre he podido aprovechar. Soy de complexión delgada; además, me encanta el gym y hacer deporte, siempre que puedo me enfundo mis mayas ¡y a sudar en el gym! Es algo que me encanta: ver esos cuerpos sudorosos tanto de chicos como de chicas, sólo de imaginármelo me mojo… Como digo, estoy bastante delgada, así que me esfuerzo por fortalecer y acentuar la parte de mi cuerpo que más me gusta y que más gusta: mi culo, pequeñito, redondito y muy respingón, ¡pero sobretodo muy muy tragón! Sí, ¡me encanta el sexo anal! Me encantaría tener más pecho, pero operarme no entra en mis planes. Uso una talla 85 de sujetador y, como ya he mencionado, tengo carita de niña buena o de niña pequeña (según a quien le preguntes). En lo que sí coincide todo el mundo es en el morbo que les da mi cara y lo viciosa que puede llegar a ser mi mirada y, lo confieso, me encanta ser así de viciosa, ¡¡¡me encanta el sexo!!!

Bueno, pues llevo un tiempo saliendo con un chico, nada serio, pero nos llevamos muy bien y en la cama nos entendemos genial, así que cada fin de semana que podemos, hacemos planes. Esa misma mañana, había recibido un WhatsApp de mi “amigo” donde me invitaba a cenar y me pedía que me vistiera de forma provocativa, como sólo yo sabía hacerlo. Y ahí estaba yo, delante del espejo de mi habitación probándome modelitos. Al final, me decidí por una combinación fatal para cualquiera con quién me cruzara: taconazos de infarto negros, faldita muy muy corta de color negro y arriba una camisa blanca; siempre me ha encantado el look de secretaria o ejecutiva. Por supuesto, no llevaba nada debajo, así que cuando salí a la calle para esperar a mi amigo, noté el frio de la noche golpeando todo mi cuerpo, los pelos se me erizaron al mismo tiempo que mis pezones se ponían de punta, marcándose en la camisa blanca. Me miré y sonreí, hoy iba con ganas de guerra, mucha guerra.

Mi amigo llegó a los pocos minutos de estar en la calle esperando por él y sólo por la cara de bobo que se le quedó al verme y la erección que se empezaba a notar en su pantalón, supe que había acertado.

-        Woooo Anita! Estás tremenda, qué sexy, siempre estupenda y con esas gafitas (se me había olvidado mencionar que llevo gafas jeje) pufff para follarte aquí mismo.
-        Pues no te cortes y, por mí, hazlo.

Los dos soltamos una carcajada y nos fundimos en un beso largo y vicioso, intercambiando saliva, nos estábamos literalmente devorando y metiendo mano el uno al otro. Mi amigo descubrió pronto que no llevaba ropa interior y, ni corto ni perezoso, en plena calle con coches pasando a escasos centímetros de nosotros dos, metió varios dedos dentro de mí. Consiguió que me empezara a mojar y arrancarme un par de suspiros. Creo que, si no nos llegan a pitar un par de coches que pasaban por ahí, me lo hubiese follado ya en el portal de mi casa.

Nos montamos en el coche. Yo ya iba a 100, así que subí mi falda y empecé a masturbarme mirando para él. Su polla crecía dentro de sus pantalones, así que decidí liberarla… Saltó como un resorte y mientras me masturbaba con una mano, con la otra acariciaba su polla mientras el conducía.

De camino al restaurante paramos en varios semáforos, no me importaba quién nos viera, pero ya llegando a nuestro destino, justo a nuestro lado se paró un grupito de chicos que me empezaron a silbar y piropear, así que decidí abrirme la camisa y enseñarles las tetas. Vi cómo alguno de ellos me sacaba fotos con el móvil y les tiré un par de besos: me ponía demasiado pensar en cuántas pajas se harían esa noche pensando en cómo me follarían. Por suerte o por desgracia, llegamos a nuestro destino muy cachondos los dos, tanto que le suplique a mi acompañante que me follara antes de cenar, pero él me pidió que siguiera así de cachonda, que me tenía una sorpresa preparada esta noche, así que (a regañadientes) entramos en el restaurante.

Cenamos tranquilamente mientras charlábamos un poco de todo: de cómo nos había ido la semana, poniéndonos un poco al día… mientras cenábamos y seguíamos poniéndonos cachondos el uno al otro. Mientras esperábamos que nos trajeran el primer plato, no me pude resistir y disimuladamente me metí debajo de la mesa, saqué esa maravillosa polla que tiene mi “amigo” y comencé una buena mamada. Por suerte, las mesas tenían un amplio mantel que las tapaban enteras y nos permitía seguir con este tipo de cosas; ahora sinceramente creo que Luis (así se llama mi amigo) había escogido ese restaurante por eso.

La cena trascurrió sin más sobresaltos por parte de ninguno, con pequeños toqueteos del uno al otro, pero nada importante. Hasta que llegó el momento del postre, donde, mientras la camarera nos tomaba nota de lo que queríamos, mi amigo sin previo aviso metió uno de sus dedos en mi vagina. Salté en la mesa. Traté de disimular lo que pude, más por miedo a que nos echaran del local que a que la chica que nos atendía se diera de cuenta, es más, creo que por la mirada cómplice que me dedicó se había dado cuenta de todo lo que había pasado.

Después de pagar la cuenta, comenzamos a andar en dirección contraria al coche. Miré extrañada a mi compañero:

-        ¿A dónde me llevas? ¿Cuál es esa sorpresa?
-        ¿Alguna vez has ido a algún club?
-        ¿Club? ¿Qué tipo de club? – pregunté.
-        Club liberal, de intercambio de parejas. Un club dedicado única y exclusivamente al vicio, la perversión y al sexo.

Mis ojos se abrieron como platos: tenía muchas ganas de ir a un sitio de ésos, pero nunca había conocido a nadie que quisiera ir, ni siquiera mi primer novio con el que descubrí lo mucho que me gustaba el sexo y con el que probé casi todo.

-        No me digas que me vas llevar a uno - pregunté mirándole a los ojos.

Él simplemente sonrió y asintió con la cabeza. Me lancé literalmente a su cuello y lo besé, con pasión y con agradecimiento.


-        Pero este no es un club normal… - comenzó a explicarme – Verás, este club es algo selecto; no puede entrar cualquiera ni todo el mundo sabe de su existencia, sólo se entra por invitación directa de un miembro veterano o si vas a acompañada de alguien que ya esté invitado o sea socio de él. Así que espero que entiendas lo que te puedes encontrar ahí.

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